Hoy quiero que te hagas esta pregunta clave:
¿Desde dónde estás tratando de alcanzar eso que tanto anhelás?
No me refiero al “qué” estás haciendo, sino al desde dónde lo estás intentando. Desde qué lugar mental. Desde qué estado emocional. Desde qué sistema interno estás accionando.
Porque si no identificás tu estado actual a nivel mental, podés tener los mejores objetivos, el mejor curso, el mejor mentor… pero igual vas a terminar estancado.
Y es que todo lo que has creado hasta el día de hoy —tu vida, tus relaciones, tu negocio, tus resultados— ha sido construido desde un punto muy simple y crudo: tus creencias.
Tu realidad es el reflejo directo de lo que creés posible
Si hoy estás viviendo algo que soñaste, es porque alguna vez creíste que era posible.
Y si hay cosas que ni siquiera te animás a intentar, también es porque en algún punto te convenciste de que no era para vos.
Las creencias son eso: el código base que determina lo que creás o no creás.
Y si no entendés cómo están construidas, nunca vas a poder transformarlas.
Por eso vamos a partir esta estructura en tres: creencias profundas, intermedias y automáticas.
1. Creencias profundas (heredadas): el código que te metieron sin darte cuenta
Estas son las que te dieron cuando ni sabías que te las estaban dando.
Las absorbiste en tu infancia, entre los 7 y los 11 años, sin juicio, sin filtro, sin cuestionar.
Mientras jugabas al lado de la mesa familiar o estabas en una reunión, los adultos hablaban… y vos tragabas.
No estabas poniendo atención racional, pero tu mente estaba absorbiendo todo:
– “El dinero es escaso.”
– “Hay que matarse trabajando.”
– “Todos los hombres son iguales.”
– “La gente rica es corrupta.”
– “Para tener algo bueno hay que endeudarse.”
Así se empezó a formar tu sistema de creencias más arraigado, a través de la repetición de ideas, del ambiente, de lo que viste, escuchaste o percibiste sin darte cuenta.
Y como en esa etapa tu cerebro operaba en un estado altamente receptivo, todo se volvió ley.
2. Creencias intermedias: las que nacieron del dolor
Estas sí las creaste vos.
Se formaron a partir de experiencias que viviste con alta carga emocional.
Situaciones donde algo te dolió, fallaste, sufriste… y tu mente sacó una conclusión protectora.
Ejemplos:
– Una traición → “No se puede confiar en nadie.”
– Una relación tóxica → “Todos los hombres/mujeres son iguales.”
– Una sociedad fallida → “No vuelvo a asociarme con nadie.”
– Una mala inversión → “No soy bueno para los negocios.”
Estas creencias se construyen sobre la base de las profundas.
O sea, una experiencia vivida puede reafirmar algo que ya habías absorbido de niño, y ahí el sistema se solidifica aún más.
3. Creencias automáticas: el lenguaje que repetís todos los días sin pensar
Estas son las más sutiles, pero las que más poder tienen en tu día a día.
Es tu lenguaje inconsciente. Esa forma en la que hablás sin darte cuenta, pero que te está limitando todos los días.
Frases como:
– “Yo no soy bueno para eso.”
– “No puedo.”
– “Eso es muy difícil.”
– “No me da.”
– “Yo no sirvo para eso.”
¿Y por qué esto es importante? Porque ese lenguaje moldea tu actuar. Todos los días.
Y al repetirlo, reforzás las creencias intermedias. Y estas, a su vez, fortalecen las profundas.
Es una cadena.
Tu sistema operativo necesita una actualización urgente
Te voy a poner un ejemplo personal:
En 2008 tuve mi primer iPhone. Era lo máximo para ese momento. El último grito de la tecnología.
Pero hoy en día, si intentás usar ese mismo iPhone para las tareas actuales, no sirve.
¿Por qué? Porque su sistema operativo está obsoleto.
Entonces, te pregunto:
¿Cómo pretendés alcanzar metas nuevas con el mismo sistema de creencias que te metieron hace 10, 15 o 20 años?
No da. No funciona.
Tu sistema mental necesita una actualización. Y esa actualización empieza con la observación de tus creencias.
El cerebro no es tu enemigo… pero sí quiere ahorrarse trabajo
El cerebro está diseñado para minimizar el consumo de energía.
Así que cada vez que querés experimentar algo nuevo, ¿sabés qué hace?
1. Lanza la alarma: “¡Experiencia nueva!”
2. Revisa archivos: “¿Tenemos algo parecido en el historial?”
3. Encuentra una experiencia negativa pasada.
4. Te la pone enfrente como si fuera una advertencia: “Cuidado, ya te fue mal con esto antes.”
Entonces te paralizás.
No porque no podés, sino porque el cerebro está tratando de protegerte.
Pero en realidad, te está limitando.
La clave está en la atención y el enfoque
Escuchá bien esto:
– Donde pongas tu atención, ahí va tu energía.
– Si tu atención está en “no quiero volver a sufrir”, todo tu sistema se alinea con esa idea.
– Y terminás manifestando más de lo mismo.
¿Querés romper el patrón?
Entonces cuando aparezca la creencia automática…
OBSERVALA. No la ignores, no luches contra ella. Simplemente OBSERVALA.
Y seguí.
No le des energía.
No le des el volante.
Vos no sos esa creencia.
Hacé este ejercicio ahora mismo:
1. Escribí tus creencias profundas (las que absorbiste sin darte cuenta).
2. Escribí tus creencias intermedias (las que salieron de experiencias dolorosas).
3. Escribí tus creencias automáticas (las frases que repetís a diario sin cuestionar).
Porque una creencia observada pierde poder.
Y una creencia reconocida ya no te puede controlar.
Para finalizar:
Tu nueva vida no se va a construir desde la identidad que hoy cargás.
Necesitás actualizar el sistema, reprogramar el código, tomar el control.
Y todo empieza por observar, cuestionar y decidir avanzar igual.
¿Querés otro nivel? Te toca actuar como alguien que ya está en otro nivel.
Vamos con todo.
Se te quiere.
Y se te exige grande.